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Córdoba, Argentina, 2023

























Córdoba, Argentina, 2023
(Córdoba, 1994).
Su trabajo parte de procesos simultáneos de escritura, fotografía, video, dibujo e instalación. Participó en exposiciones como "Humus, sitio específico” (2016) y “Sitiar” (2017), “Finale” en el Club Cultural Matienzo (2019) y "Copia Adiestrada" (2019), junto a Inés Tillous y Valeria López. Su formación incluye clínicas y talleres con Kekena Corvalán, Silvia Gurfein, Eugenia González Mussano, Juan Gugger, Claudia del Río, entre otrxs. Además, dentro de la Facultad de Artes de la UNC, colaboró durante 6 años como ayudante en la cátedra de Dibujo I, a cargo de Pablo González Padilla.
En 2019 fue becado por el proel programa Santander Iberoamérica para realizar estudios en la Universidad de Valencia, España.
Desde octubre de 2020, vive y trabaja en Leipzig, Alemania.
Me interesan los dibujos que no se esconden detrás de la Imagen; que reivindican, con la potencia del grito su condición de garabato, de rayas alocadas, de caligrafía desquiciada. Es más, que fanfarronean el saberse, antes que nada, eso: garabato, despojado garabato, atrevida grafía. Rastros, huellas de gestos [Los gestos parten de la mano, de la muñeca, del brazo, del hombro, posiblemente también de los músculos del cuello, ... John Berger].
Garabato/trazo/grafía/escritura, a distancia del garabato/palabra [ nardo espejo cráter travesía pantera candado llave cántaro navío cifra cóndor otoño abismo. Glauce Baldovin]; sublevados a toda aspiración “descriptiva”. Entonces, los dibujos/el dibujar y esa cercanía [casi] impúdica, lujuriosa con el escribir...
Así, lo representado se torna vestigio, quedando “en la frontera de la existencia”; remite más a la experiencia sensible del mundo que a la comprensión de este.
La “Imagen” disipa su “abyecta transparencia”, se vuelve inestable despojo, resto, ... abjura lo que es, desafía el estarsiendo.
Rayas, líneas ... dibujos: evidencias del deseo nunca satisfecho ante la inquietante distancia con el mundo. [Escapadas de prisiones heredadas, llegando no para definir, sino para indefinir, para pasar el rastrillo, para volver a hacerse la rabona, líneas, por aquí y por allá, líneas. Descendientes, zigzagueantes, sumergiéndose para soñadoramente, para distraídamente, para múltiplemente ... en deseos que se estiran, que liberan. Henri Michaux].
Pablo González PadillaLa luna hace visibles las palabras que escribo sobre el papel araña de este viejo álbum de fotos.
Las recibo como una herencia: acaso estaban ahí desde hace años esperando ser alumbradas.
* Esconder en el puño cerrado de la noche una gema una palabra de cristal labrado.
Hablar en secreto.
Ser la única destinataria.
*
A esta hora en que la luz vacila, se enciende el pensamiento de los que velan, mariposa blanca que aletea hasta el alba.
Escribo porque mi espíritu no quiere quedarse quieto.
Paso las horas como si fueran páginas.
Escribo para saber que estoy despierta.
* Siempre es otoño en el alma del poeta, cae la tarde demasiado pronto. Siempre es otoño en el cuerpo del poeta, un aire frío se lleva las hojas del sueño.
* El miedo es esto que siento tan ajeno cuando miro las estrellas y escribo.
* “Mamá, guardá este caracol para cuando hagamos la casa”, me dice mi hijo.
Abro las manos, guardo la blancura, construyo los cimientos. * ¿Cuánto tiempo transcurrió desde aquel día en que vinimos por primera vez al terreno baldío?
Mis hijos juntaban caracoles que guardé en la memoria.
Ahora esta porción de tierra es nuestra casa. * En esta página no escribo nada.
Me quedo mirándola, revivo la escena.
Pego cuidadosamente los cuatro vértices de la fotografía de aquella siesta. *
Vos y yo nos parecemos a esos pájaros que salen vivos de los derrumbes
y a la mañana siguiente cantan. *
A la fotografía en la que estamos juntos tirados en la arena cerca del carrito de milhos.
Vayámonos a descansar a caminar bajo la luz del atardecer, a mirar por la ventana que se abre al rumor profundo del mar.
Guardemos en un bolso viejo la lluvia de las despedidas, el frío de lo irreversible, los espasmos del insomnio.
Armemos la valija y dejémosla acá. Vayámonos sin nada a aquella foto los dos solos. * El tiempo es arena movediza vacilo, no sé pisar.
Si pudiera moverme, me quedaría donde estoy: en esta casa, en este cuerpo frágil y fuerte, en el desvelo, en la escritura que amanece me quedaría.
Todo está en movimiento, la eternidad es una puerta que se abre.
De Álbum de fotos (2019)*
Cuando era chica y me dormía viendo una película en el sillón vos me llevabas en brazos hasta la cama y me tapabas.
Así habrá venido a buscarte sigilosa te habrá cargado en brazos sin que sintieras frío.
Así de suave se habrá acercado al borde de tu cama y te habrá abrigado.
Entonces no hay por qué temer. *
Converso con las cosas inexistentes con las que nacen y se pierden pero antes me miran a los ojos y dejan una huella.
Esta o aquella cosa tuvo un aura un calor, una música, un nombre un lugar en la casa había una forma de acercarse a ella
busco ese rastro para quedarme en él. Les hablo en secreto a las cosas que quise tanto.
Las calles se han perdido vagan desorientadas avanzan en contramano en busca de señales.
Ya no es tan ancha la vereda de la infancia no está la casa de mi abuela ni la de mis padres.
Las calles son otras debieron haberles puesto nombres de pájaros para que supieran volver antes del ocaso.
Bastaría con la aparición del colibrí que tenía su nido sobre el foquito de luz del taller del abuelo ¿te acordás?
Verlo una vez más entrar y salir de la piecita para restaurar las hebras con las que tejía su nido y el tiempo fue cortando.
Son las tres de la mañana la gente que está sana que trabaja y madruga a esta hora duerme. Yo no estoy sana ni trabajo más que en las cosas
de mi mundo. Por eso sigo esperando en aquel jardín junto a los tacos de reina al colibrí hasta que lo veo salir triunfante entre las telarañas que envuelven la casa.
Pienso en la tarde que planeábamos la fiesta y en todo lo que pasó después.
En la enfermedad que llega sin anunciarse en la distancia entre el cielo y su misterio en tu balcón donde cantan tres pichones y crecen las flores sin que nadie las riegue.
Pienso que aquella tarde que planeábamos la fiesta era la fiesta.
de Planeábamos una fiesta (2020)
Alfonsina Clariá nació en Córdoba, Argentina, en 1972. Es Licenciada en Letras Modernas por la UNC. Ha publicado en poesía: Desvaríos (Alción, 2007), Ecos del fuego (Alción, 2009), Pájaros en la casa (Recovecos, 2011), Imágenes incompletas (Alción, 2013), Mudanzas (Recovecos 2015), Toda ceniza es alarido (Lago, 2016), El jardín de los mendigos (Narvaja, 2017), Álbum de fotos (Recovecos, 2019), Planeábamos una fiesta (Bardos, 2020); en ensayo: Edición crítico-genética de “Tres golpes de timbal” de Daniel Moyano para la Colección Archivos de Poitiers y Biografía a contraluz y Redes y convergencias en la poética narrativa moyaniana en coautoría con Pampa Arán (Escritures d’Amérique Latine, Poitiers).
Forma parte de las antologías de cuento Dora narra (Caballo Negro/Recovecos, 2010) y Esperando el 600 (Postales japonesas, 2016), y de poesía tales como en Fichas de Poesía argentina, Palabras de poeta, Revista de poesía, 62 voces de la poesía argentina actual (Círculo de poesía, ciudad de Méjico, 2018), entre otras.
LO MÁS PRÓXIMO
es el juego de la luz sobre las cosas a este fruto, por ejemplo le ha llevado tiempo y los rayos necesarios cumplir su naturaleza mínima abrirse una mañana de otoño lo miro le saco algunas fotos sé que voy a esperar hasta que la última semilla vuele sé, además que la seguiré con la mirada hasta que se pierda en algún fondo de su propia luz así dejo ir a la tristeza y aunque no del todo la miro desprenderse y brillar.
LA PALOMA SE ESTRELLA CONTRA EL VIDRIO porque es común que suceda dar con algo que no se esperaba no hay, nunca la hubo la aplacadora necesidad de creer que esto es el cielo todo el cuerpo marcado en la transparencia hasta el ojo el último gesto la más pequeña de las plumas solo por haber creído ella
la atontada en el piso no puede dilucidar qué fue lo que falló en un vuelo tan perfecto prematuro sí liviano
porque es común que suceda dar con algo que no se esperaba aunque infinita, remota, escasa la probabilidad para una paloma atontada en el piso ser
por una vez y para siempre el centro de algún distante universo las manos que la levantan y la dan al viento como una ofrenda
A ESTAS COSTAS llegan los domingos y lo que se queda en la arena para siempre
yo no he sabido volver de antiguos nombres
pequeños ojos de agua que la luna vuelve blancos
Las Desperdigadas Minucias (Barnacle 2015)
MI MADRE
toda ella se fue del guadal un día de la escasez dice para que yo con idéntica escasez viva entre los árboles
RESPIRAR DONDE ANTES HUBO UN BOSQUE te deja sin aliento aprendí a caminar entre los tocones talados por eso pierdo el equilibrio deambulo porque no sé esquivar lo que antes estuvo ahí y ocupó un lugar y tuvo un nombre
dijiste o insinuaste que hay una voluntad en la ausencia que tuviera cuidado que de tanta frondosidad podrías perderme de vista
TODA LA NOCHE FUE OÍR la patada de un caballo sobre la tierra/ con la insistencia de abrir un hueco en medio de la frente/ pero no creerlo fue peor ver con estos ojos al blanco animal golpear enajenado el mismo punto en la tierra me dio esta tristeza que vuelvo a enterrar todas las mañanas.
LA TEMPERATURA DEL CUERPO BAJA CUANDO SE ESCRIBE me abrigo a medida de los nuevos territorios esos que no figuran en los viejos mapas pero que sabemos por las que volvieron con restos de una magra vegetación: nada sé de mi soledad sino esta espina incendiada en medio de la tarde.
el mínimo movimiento espantaría al ciervo salido del monte la tensión es una en todo el cuerpo/ miro al animal que no me ve se pasea entre los árboles sin dejar de estar alerta atrás el monte es una boca de espinas/ por la que va a volver lo que tan a resguardo ha soltado qué puede el corazón entonces el mío digo qué puede si lo amado llega pero no me ve.
de los últimos bosques tropicales lo quiera o no el audio me lleva a las profundidades de la selva ahí hay algo entre tanto bullicio de pájaro hay algo como una respiración que se alarga y que va a cortarse para volver a empezar y llevarte a lo más hondo un sendero resbaloso de plantas extintas y helechos arborescentes no nos parecemos a lo que decimos todo hace un gran esfuerzo las hojas se disponen de tal modo que puedan ser tocadas por la luz no nos parecemos a lo que deseamos nos veo frágiles
Torpes la exhalación de tanta vida junta en un espacio tan reducido del mundo se parece a un recuerdo que alguna vez tuvimos pero tampoco nos parecemos a lo que recordamos la luz que finalmente llega no nos pertenece.
Laura López Morales (Villa Dolores, Córdoba, Argentina) ha publicado los siguientes libros de poesía: También afuera es todo esto (Llanto de Mudo, Córdoba, 2014; reedición La Tinta editor, 2020), Las desperdigadas minucias (Barnacle, Buenos Aires, 2015. Formato ebook y papel), La Médula (Mención “Premio Provincial de Poesía de Córdoba”, editado por Borde Perdido, Córdoba, 2016) y Un claro en el monte (Pan Comido ediciones, Córdoba, 2022). Ha integrado diversas antología entre las que se cuentan: Poemas de la Sierras Grandes (2002, Agencia Córdoba Cultura), Poesía hacia el NuevoMilenio(2000, Ed. La Luna Que); Asueto Hojas de Poesía (Ferreyra editor,2007), Poesía y Memoria en la Perla (Ed. Pan Comido, 2013), Poesía 20 Años Llanto de Mudo (Ed. Llanto de Mudo, 2015), Palabra de Poetas (Ed. Babel, 2019), Antología Federal de Poesía, Región Centro (C. Federal de Inversiones, 2018), Órbita, veintiuna poetascordobesas (Postales Japonesas, 2021), Martes Verde, Poetas por el derecho al aborto, Panorama de la Poesía actual Argentina, Bogota, Colombia,Flotar,Cienpoemassobreel río, Cien poetas argentines (Proyecto Camalote, 2021).
Poemas suyos fueron traducidos al italiano por el Centro Cultural Tina Modotti y al portugués por Davis Diniz para Antena Argenta, poesía Argentina en Brasil
Bordeo el cementerio como un bárbaro que circunda la ciudad de Nínive Si Dios me hubiera encargado algo en la mañana no le estaría pidiendo a estas murallas que me guarden del sol
Habría caminado tres días a su alrededor y ahora me cobijaría bajo un árbol como Jonás
Esa sería mi sombra
Esa sería mi casa.
Como un bibliotecario de Nínive que asistió al ocaso de Asiria viví la decadencia de mi tiempo entre libros No intenté escapar al desierto No busqué armas para luchar No me alié con el enemigo Tan solo seguí ordenando tablillas mientras todo se caía de este lado de la muralla.
Rodeando la muralla de cal el sepulturero camina como el centinela de una ciudad dormida Afuera es domingo y sopla el viento de los vivos Adentro hay una calma de eternidad en el aire de los muertos Hasta que un carro con caballos rompe el silencio y el sepulturero interpreta el presagio su ciudad caerá a mano de los bárbaros que como el viento de los vivos llegan puntuales desde el sur.
* Tapia de cal como un paredón de cementerio Mi gato la camina con toda la naturalidad de su especie como un equilibrista entre la vida y la muerte Y yo quisiera aprender. *
Fabiana junta moras en la calle del cementerio
Hará dulce con la receta de su madre y parece feliz Pero al llenarse el delantal su rostro se ensombrece como ante el roce de un pájaro horrible
Tengo que llevarle flores uno de estos días me dice Y una lágrima de niña y de madre cae en su regazo preñado de frutas negras.
La madre de Fabiana está enterrada en un sector sin cruces del cementerio Tengo que llevarle flores uno de estos días me dice al bordear el portón de entrada Sus pasos de niña huérfana retumban en el reino subterráneo raspando las piedras y las moras.
Estoy vivo mordiendo una manzana en este país que es mi país me digo mientras bordeo el cementerio Miro tras la tapia los colmenares de nichos pobres y arrojo el carozo diciendo iáblaka palabra que me enseñó mi abuelo hace años en el patio Mi abuelo que nunca más volvió a Rusia Mi abuelo que vivía cerca del cementerio y tenía cajones de abejas Mi abuelo que comía manzanas y tiraba los carozos atrás de los panales Mi abuelo al que una tarde metieron en idéntico nicho para pobres en un país que no era su país.
Una tarde al sol comiendo manzanas con mi abuelo le pregunto cómo se dice domingo en ruso voskresénia que quiere decir Dios ha resucitado me contesta Y acaso sin saberlo me enseña la palabra más importante de todas las lenguas. *
Las ramas de la higuera cuelgan de mi patio como dones Se lo cuento a Fabiana con alegría pero ella me dice que eso no es bueno que una higuera siempre trae hormigas que al otro lado de la tapia siempre hay alimañas Pero yo no pienso en las alimañas sino en Natanael siendo avistado por Jesús bajo sus ramas El problema no son las alimañas sino la tapia le digo ese muro que me protege y a la vez me separa de toda la redención del mundo.
Te vi en la mañana del verano calandria
Yo venía por el camino del cementerio y vos hacías equilibrio en un alambre No eras todas las calandrias de la especie como el ruiseñor de Keats ni yo era todos los humanos del mundo como el hombre de la multitud de Poe Éramos sólo vos y yo únicos y singulares prescindibles y mortales
Luego te volaste con tus compañeras a picotear el pasto del cementerio mientras yo seguía rumbo a la ciudad.
Mi padre me lava las manos en una palangana de invierno
Yo tengo ocho años y mi piel sangra como si lavaran peces muertos
Mi padre me lava las manos como si limpiara mi nombre
Yo estoy por repetir tercer grado y hace mil años que no le digo papá
Mi padre me lava las manos y me las restituye como en un milagro
Yo estoy por tomar la comunión y voy a leer los evangelios cada día
Mi padre me lava las manos como si se las lavara a Pilatos
Para que en sus puños no quede sangre inocente por redimir
Para que entre sus dedos el pan se multiplique como caricias
Para que en sus palmas no quede otra cachetada que contra sí
Mi padre me lava las manos en una palangana de invierno antes de irse del pueblo para siempre antes que mi espíritu salga a ensuciarse con el polvo de este mundo.
Iván Wielikosielek nació en Ballesteros, Córdoba, en 1971. Entre sus libros de poemas se cuentan Principe Vlad (Llanto de Mudo, Córdoba, 2012), Gatos de Nínive (Llanto de Mudo, Córdoba, 2014) - y Poesía 1996-2021 (Elqui Ediciones, Córdoba, 2021). En narrativa: Los ojos de Sharon Tate (Llanto de Mudo, Córdoba 2012); el Libro del Pozanjón y la ciudad de los muertos ((Llanto de Mudo, Córdoba, 2013) y En busca de Otto Rahn, publicado por "En Bruto", Ediciones Etnobiográfica (Buenos Aires, 2021). Vive en Villa María.
Hace dos años que trabajo cama adentro en esta casa. Duermo en una pequeña habitación que está en el patio menor; tiene un bañito con calefón a kerosene. Es divertido prenderlo, larga mucho olor al principio, pero el agua sale bien caliente. El baño tiene que ser rápido como zambullida de gato porque ahí nomás se termina y me congelo. A mí siempre me llamaron ojos de gato en la escuela, mamá. No me gustaba que me dijeran así, un poco porque son los ojos verdes y rasgados de Flores, un poco porque los gatos son malos, raros, como si supieran algo que nosotros no sabemos. Y marcan territorio con sus meadas en donde se les ocurre.
De mi pieza a unos pasos está la cocina. Siempre me levanto temprano y preparo el desayuno. Hago café con leche para los chicos, son dos varones y una mujer. Comen galletitas de agua con dulce de leche. Casi siempre la chica se acuerda de que tenía que llevar un mapa o un compás o un transportador o hacer una tarea. Y ahí está el señor, ayudándola con todo. Entonces, a las apuradas, se lavan la cara y los dientes y salen a la escuela. Los lleva el padre. La madre se va en su auto al colegio donde es maestra.
En la casa hay mucho para hacer. Me enoja el lío que hacen los hijos. Todo desparramado. Si yo lo había dejado ordenado la tarde anterior. Yo cuando.
tenga una familia, los voy a obligar a acomodar todo y yo voy a hacer lo mínimo. Me voy a buscar un esposo que sea bueno y protector. Y voy a hacer unos hijos obedientes.
Me gusta quedarme sola a la mañana porque uso el baño principal y me tiro en la cama matrimonial. Me imagino casada con el señor, que es tan amable y es doctor y militar. No me faltaría nada y tendría al menos una empleada en la casa.
El otro día cuando volví a mi pieza, después de trabajar todo el día, me doy con que los gatos habían meado mi cama. Acá andan por todo el techo, pero esta vez se metieron por la ventana de mi baño.
A mí los animales o la gente que se mete en las vidas ajenas, no me gustan. También por eso me fui del pueblo. Qué van a andar diciendo de mí que salgo con tal o cual fulanito. Me sobran candidatos y yo prefiero hombres serios, con vidas hechas, resueltas. Aunque sean padres de familia. Total, casarme no puedo, si vivo metida en casa ajena.
Agradezco que conseguí este trabajo y que puedo enviarte algo de dinero todos los meses. Espero estés mejor de tus huesos y no pases tanto frío con las frazadas que te mandé. No te preocupes
por mí, alegrate más bien. De todos tus hijos, soy la que salió de ese infierno de pueblo pobre y para colmo espión. Si hasta mis hermanos me miraban de reojo cada vez que salía de la casa de los patrones Pedro o Antonio. Yo recibía muchos regalos de ellos, mamá, lo sabes. Comíamos lindo esos días.
Pero no todo es color rosa acá. A veces me dan unas ganas de irme a una casa sin chicos… La hija me molesta demasiado y ya no la tolero. Tu sobrina Clarita, que la conoce y conoce a la madre porque le vende Avon y Amodil, me pregunta por qué, si es una creatura, y yo no sé muy bien qué decirle. No es que ande detrás de mí queriendo barrer o aprendiendo a usar la plancha. Tampoco me pide jugar con ella; por suerte, no sabría a qué ni cómo. Pasa que es rara, vive como en otro mundo. ¿A quién se le ocurre a la hora de jugar quedarse dormida como un bicho bolita de cuclillas en el patio? La levanto de los pelos y ponete a jugar como tus hermanos, pero ahí se queda dando vueltas, como lela, como si de noche no durmiera bien. No sé, tiene una habitación hermosa, con tantas, tantas muñecas. Cómo me hubiera gustado a mí tener uno solo de esos bebés de piel naranja y biberón o esas claudia rayitos de sol con vestido blanco y pelo liso para peinar. Pero no, la muy consentida hace que el padre se las saque de la vista antes de dormirse porque dice que de noche se mueven, que caminan y hablan entre ellas. ¿Las muñecas?, sí, mamá, las muñecas.
Tiene otra maña y es la de espiarme a través de la persiana del living cuando
mi novio me viene a buscar los viernes a la tardecita. Es raro lo que hace, porque está como desde una hora antes esperando el Renault 12 azul de Carlos. Pegada al vidrio, no ve la hora en que me vaya. Espía mi ropa, cómo lo saludo a él, si nos besamos en la mejilla o en la boca. Yo veo su silueta inmóvil a través de la ventana y un poco me asusta. Parece esos gatos que mean para hacerme saber que esa casa es su lugar y seguro que aprovecha mi ausencia para alcahuetearme con el padre.
Mamá, nunca te pregunté, un poco por vergüenza y un poco porque vos siempre me dijiste que no hay que meterse en la vida ajena, pero ahora que estoy yo en la ciudad y que acá la gente hace cosas que en el campo no se ven, quiero saber si el señor gordo y Clarita eran solo patrón y empleada. Porque ella hablaba tan bien de él y bajaba tan emperifollada del colectivo cuando venía para Navidad al pueblo, que yo de chica creía que era como un novio, pero sin serlo, porque tenía mujer. Y entonces me imaginaba que el gordo era tan gordo como ella decía por los billetes que tenía en los bolsillos del chaleco, del saco, y que la llenaba de regalos a Clarita, y yo quería trabajar en una casa así cuando fuera grande.
Carlos es bueno, pero no tiene un peso. A veces tengo que pagar yo las salidas.
El padre de la nena, en cambio, es un hombre de dinero; sabe mucho de armas y para los días patrios tiene que salir a desfilar con uniforme. A él no le gusta hacerlo porque se tiene que levantar muy temprano y siempre es en invierno. Pero vuelve contento y a mí me gusta verlo así. Me mira y me sonríe y yo espero
ansiosa los churros con dulce de leche que trae para la familia y para mí. Entonces pone en el tocadiscos las marchas militares y Pablito marcha como él en el living alrededor de la mesa. Vista al freeeente y Pablito apoya el filo del sable en el hombro y mira al padre. Me da mucha gracia y ternura. El padre no es gordo y es amoroso con su mujer. Lástima que ella esté siempre enferma, dolorida o quejándose de los villeritos a los que le da clase.
Te acordás cómo lo tenía la maestra al Miguel, mamá. Mi hermano sí que era bravo, pero la maestra lo había domado y no dejaba que en su clase volara una mosca. Cuando llegaba a casa, se las mandaba todas juntas y vos te ponías brava, pero no te hacia caso. Solo a Flores obedecía.
Bueno, un poco así, como esa maestra, es la mamá de los chicos. En la escuela y en la casa; los tiene a todos zumbando, al marido también.
Y hay algo que me da mucha pena del señor. Para los días de la madre, él le compra cosas hermosas, deshabillés, vestidos o perfumes, pero casi siempre ella hace un escándalo porque nada le gusta, o porque el señor gastó mucha plata en eso, y entonces salen los cuatro, los hijos y él, a cambiar el regalo por algo que ella indica.
Cuando me mira lindo así como me mira, me quedo pensando en él como mi esposo. Yo le daría con todos los gustos. No sería quejona como la señora, yo.
Los otros dos hijos no desfilan, hacen otras cosas. Marcelo siempre está pegado a las polleras de la madre, que le ayuda a hacer la tarea de la escuela, y la rara está
toqueteando los libros del garage. Es una biblioteca enorme con libros de todos colores, y la nena anda con un serruchito haciendo no sé qué, con hilos, con cola de pegar. Yo hubiera querido tener algunos libros de chica, los de dibujos y cuentos, los de historietas. También hubiera querido tener los vestidos de ella, con flores estampadas en las telas. Solo los usa para ir a las clases de piano, porque el resto de la semana se viste de marimacho con pantalón y camisita o remera y juega con los hermanos a que son pistoleros. También dan vueltas las sillas del patio y arman aviones de guerra. Ahí está ella, machoneando con los hermanos, que es piloto y que es pistolera también. La madre está preocupada por eso:
--no sé qué hacer con mi hija, Lucía, llora cuando le pongo vestidos, no se alegra cuando le traigo alguna muñeca, juega con los varones como un chico más y en la escuela no tiene amigas, se queda sola en los recreos, nadie la invita a jugar. El otro día me contó lloriqueando con miedo que en los recreos se va a la iglesia del colegio y se queda con los ojos fijos viendo las manos de la estatua del jesús del sagrado corazón hasta que empiezan a moverse. Y como se asusta, se va, pero al día siguiente vuelve.
Pobre esa madre, digo yo.
O esa otra manía que tiene de casi no comer. El otro día preparé milanesas de hígado. Vuelven de la escuela y ahí estoy yo siempre con el almuerzo listo. A la mocosa se le dio con que no podía tragar el hígado, lo masticaba y masticaba y tenía un bollo enorme en la
boca, pero no lo pasaba. ¡Cómo se nota que nunca tuvo hambre!
Los varones en cambio engullen todo lo que les preparo. Me gustan esos dos nenes. No andan con cosas raras, como salidas de un pozo. Digo pozo y me acuerdo del pozo del aljibe de casa. ¿Te acordás, mamá, esa noche de tormenta en enero cuando casi se nos vuela el techo de chapa y una explosión llena de luz quebró el aljibe en mil pedazos? Yo tenía mucho miedo y vos me dijiste que por qué me ponía tan tonta, que en el campo el cielo se venía encima. Y yo pensaba que ojalá fuera solo el cielo, que papá, Flores como le digo ahora, siempre se nos venía encima con varias ca- chetadas. Recuerdo la mañana aquella en que después de pegarnos a los tres, tiró un par de gallinas a ese mismo aljibe para que se pudrieran ahí y se envenenara el agua. Total, él iba a tomar al pueblo con los amigos y al agua no la quería más que para bañarse. Y vos entre lágrimas me repetías siempre que tenía que irme algún día de ese pueblo.
¿Te acordás que Clarita nos había contado que cuando trabajaba en la ciudad casi ni se enteraba si había tormentas? ¿Estaría tan ocupada trabajando en esa casa tan grande, con ese señor gordo que tenía que atender o sería que llovía mansito nomás? Yo pienso que en el campo llueve más fuerte porque no hay nada que atrape la lluvia antes de que caiga. Acá está lleno de cosas, antenas, edificios, techos y sobre todo paraguas, cómo les gusta usar paraguas a la gente acá.
El otro día tuve que llevar a clase de
piano a la hija. Estaba por llover así que apuré el paso. Ella lleva siempre unos cuadernos grandotes, pesados, cuando va a esas clases. Yo no tengo ganas de ayudarla con el peso y como ahí tampoco me ven los padres, la dejé que se arreglara como pudiera. Empezaron a caer unas gotas. La chica iba lenta porque le gusta caminar como los perros, mirotea todo en el piso, sobre todo las hormigas. Parece como embobada cuando encuentra esos hormigueros grandes llenos de arena. Entre tantas cosas que yo tenía para hacer en la casa, la lluvia que empezaba a mojarme y esta pendeja que no se apuraba, me llené de bronca y seguí caminando a paso firme. Pensé que si después contaba a los padres que yo la dejaba sola, iba a tener otra vez problemas con el señor. Como esa vez que les dijo que le pegué con el cucharón de sopa en la cabeza para que comiera. Pero es que tanta comida servida y ella siempre sin hambre, despreciando… El señor me llamó en privado para hablar en el living. Yo me sentí un poco tímida, pero también alegre… a lo mejor quería algo más, ¿por qué a solas los dos con la puerta cerrada? Caminaba más rápido recor- dando ese momento y la chica ya era un puntito lejano atrás, como a tres cuadras. Se iba a mojar toda la ropa. Pero daba igual, era un alivio tenerla lejos y estoy segura que ella sentía lo mismo. Como una libertad. Porque yo me sentía su esclava y ella debe haber sentido que yo era su ama. Pero, ¿si se perdía o le pasaba algo…? En el living el señor me tomó fuerte del brazo, muy enojado y me dijo que con su hija no me metiera, me preguntó por qué la trataba mal. Yo no sabía qué con-
testarle, no le iba a decir que no la quería, que los chocolates que traía de regalo después del franco del fin de semana eran para los varones, que ella se quedaba mirando y eso me daba una risita burlona por dentro, mocosa del diablo, qué se cree, que a ella le voy a comprar regalos.
Me di vuelta otra vez y ahí estaba, como mirando los chocolates, quieta en medio de la calle con los autos que le tocaban bocina, dura de miedo con los libros de piano contra su pecho. Un Renault 12 azul como el de Carlos, la toca y ella se cae y yo no pude evitar una risita burlona. Y lo primero que pensé fue en el señor gritándome en el living y no supe qué hacer. Si se muere, me echan; si sobrevive, también. Pasan unos minutos, un montón de gente amontonada alrededor de ella. Dios mío, tendría que haber sido más buena con esta creatura, al fin de cuentas qué culpa tiene ella. La lluvia es cada vez más fuerte y recuerdo cómo nos gustaba salir a mojarnos con Miguel corriendo campo abierto cuando llovía en verano. Eso me hizo sonreír, extrañar a mi hermano, o a cuando éramos chicos, cuando yo me reía y jugaba y también lloraba. Esta nena al fin y al cabo no me ha hecho nada malo. ¿Por qué no la quiero, mamá? Si la quisiera, quizás, yo me volvería más buena y Dios me daría un buen esposo… No puedo caminar, me duelen las piernas del susto y los pensamientos. Un true- no que asusta y me acuerdo de la Virgen a la que vos siempre rezás, mamá, y le prometo que voy a cam- biar, que nunca más un reto, que no la voy a obligar a tomar el café con leche,
que si lo vomita, tampoco lo va a tener que limpiar, que le voy a pintar bien las uñas si me lo pide, no como ese mamarracho que le hice el otro día, risita burlona… Virgencita, pro tejémela… . En eso veo que se levanta del piso, busca los libros desparramados en el pavimento y sale caminando despacio para donde yo esperaba, quieta como estaca. La gente se queda mirándola como un milagro. A medida que se acerca, le veo las rodillas lastimadas y como arroyitos de sangre que la lluvia hizo en sus piernas y ella estirando el vestido de flores amarillas para que no le vea la mugre y no me enoje. Ahora voy a tener que lavar la pollera y todo por quedarse como opa mirando los bichitos. Pero me acuerdo de la virgen y del milagro.
Ella no me mira. Sé que siente un gran desprecio por mí. La mataría. En el lío que me puede meter. Con rabia, la llevo del cuello empujándola las dos cuadras que faltan. De esto, ni una palabra a tus padres, le digo. Jamás en tu vida se tienen que enterar. Ella afirma con la cabeza.
Daniela Mac Auliffe (Córdoba en 1970). Es na rradora y traductora de francés. Fundó la editorial BuenaVista y se desempeña actualmente como su directora.
Cuando leí que Gabriel Pantoja afirmaba: “…recién empiezo a leer cuando presumo descubrir los procedimientos que llevó adelante el que escribe”. pensé “qué suerte”. Porque a mí me pasa igual y porque al leer su poesía me parece que es un poco inutil y vano hablar de eso; sin embargo, ese comentario suyo me hace sentir que... bueno, es una especie de fatalidad que uno lea desde uno, que leer es comprender y queelesfuerzo de la comprensión es permitir que lo que se lee nos desaloje parcialmente. A veces el esfuerzo es mucho y se termina por abandonar el poemario. En este caso, no, y por eso, una vez que he sido al menos parcialmente corrida del medio, me atrevo a una especie de segunda navegación que intente captar y traducir qué hay de bueno en estas 327 vacas, que son desde el vamos una y múltiple de tres: la vaca, el poeta y el punto (de vista, de recuerdo y de ficción). En el curso de lo que punto de vista, recuerdo y ficción sugieren en la dispersión de sus respectivas redes semánticas, se desarrolla vertiginosamenteelpoemario. He mencionado la palabras “desalojo” y “curso” y pienso que han venido en mi auxilio no casualmente, sino por el hecho mismo de que Pantoja recurre a esos parámetros elementales que son el espacio y el tiempo y, a través de sus poemas, se desplaza o
intenta hacerlo corriendo un poquito las atribuciones consensuadas en el lenguaje. Por ejemplo: la comoda practicidad del pronombre “yo”, que hace referencia a uno y además a uno mismo (aquí el yo bien puede ser muy plural y no siempre sí mismo); la duplicidad de sujeto / objeto, por lo general enfrentados en una relación de conocimiento, donde el primero es activo y el segundo, pasivo (otra comodidad del pensamiento por lo menos matizable, pero que aquí es francamente subvertida); las relaciones de inclusión, en las que por lo general lo más grande incluye a lo de menor tamaño (encontramos inversiones en las que por ejemplo, en vez de haber un pozo vacío en la tierra, hay un vacío de pozo en que se precipita la tierra entera), etc. Basten estos ejemplos para ilustrar que romper con las categorías lógicas fijadas en el lenguaje es parte, entonces, de este juego minimalista, que sin dejar de ser una exploración ágil e ingeniosa, no se agota en ello. Se percibe un afán: la persecución de un estado de extrañamiento, pero desde el punto estático de la contemplación que imagina. Es raro eso, porque asociamos la contemplación a una ac- ción que, partiendo del contempla- dor, tiende a desaparecer en lo con- templado. Al calificarla como ima- ginativa subrayo que esa productivi- dad modifica lo contemplado. Quizás sea porque la tensión de esta
poética se sitúa entre las palabras y las cosas y, entonces, modificando los vínculos entre una palabra (una imagen conceptual) y el resto de las palabras que se refieren a la realidad, se termina generando una representación de las cosas extraña y sorprendente. De allí la vaca, “el” tema de la composición escolar, ridículo por excelencia; “mamá” y nombres de compañeros de aula, como apelativos que convocan a la niñez, y a veces a la niñez misma como ese momento de posibilidad genuina de creación poética sin intención ulterior de decir nada, sino de decir lo que el niño ve o lo que se cree ver o su versión de cómo funcionan las cosas. Pantoja no intenta asumir el punto de vista de un niño (eso me parece un gran acierto), sino que lo integra; es un guiño nomás, una manera de apuntar a una dirección que se va corriendo a medida que somete al lenguaje a dislocaciones posibles e imposibles.
En efecto, el lenguaje es una malla que aprisiona... ah, pero qué cantidad de vacíos en el tejido de la red como para escaparse un poco; su misma complejidad asegura tanto la eficacia comunicativa como las posibilidades de inno. vación: semántica, morfología, sintaxis; registros del habla; géneros y estilos, tropos y metáforas; repropios de cada género que son también una construcción históri-
ca que aceptamos e incorporamos a nuestros hábitos, etc. etc. etc....
Plantear la mínima pregunta sobre alguno de estos nudos, desnaturalizarlos abre a un panorama nuevo, como creo que hacen alguna de las (des)compuestas vacas de Pantoja. Y sin embargo no respondí mi pregunta, esa que todavía no escribí, pero que desde el comienzo vengo rumiando: si esto no es solamente una mera juguetona reflexión sobre el lenguaje, como puede parecer según lo que he escrito, ¿qué lo convierte en poesía? Ante las dificultades de definir, bien podría poner un punto final en el párrafo anterior y chau, pero eso no va a impedir que siga preguntándome qué hace que sea poesía este libro –como creo que es-. Y me parece que la clave la da el tono, una no ocultada desazón, algo que no es reductible al lenguaje convertido en cantera y en el que el autor se mete como si no fuera piedra la piedra, sino una corriente dúctil que transcurre en un presente absoluto: cuando aparece el pasado o el futuro, cuando aparece el tiempo, ese fuir se detiene y lo que estaba junto se separa, se individualiza y entre la palabra y la cosa hay un abismo... de nada.
Elisa MolinaMAMÁ hice el dibujo de una vaca. Pero cuando al costado escribí vaca al dibujo se le cayó una oreja. Me puse la oreja yo, pero cuando escribí yo, a mí se me cayó la cartuchera. Cuando fui a buscarla vi que a Ramiro también se le cayó la cartuchera. A Ramiro y a mí, se nos habían caído los lápices. El lápiz azul con que dibujé la vaca y la escribí quedó en el suelo, gris y entristecido. Lo levanté y me lo puse ahora en la oreja, así escucho todo lo que escucha la vaca, pensé:
¿Y si la oreja que se le cayó a la vaca cuando escribimos vaca es nuestro verdadero mundo, má?
Si mirases de cerca la vaca, y si te propusieses dejar de pensar y danzaras con la flor de las ideas en la carne, de la vaca, en el abierto borde de lo dejado, y si dejases también lo dejado en el cuello de la vaca, y cantaras en la flor de la danza, si el canto dijese esta es una vaca, el ojo oscuro y espeso de la vaca, si fuera un pozo al revés el ojo, y te hundieras ahí y hubiese materia y lodo y calor y pasto y dios y haber hubiese y si bombease el haber como un corazón, el haber tan pronto en la abierta flor de la danza, y si fuera verdad la danza, y si verdad fuera la verdad. *
Es complicado. Enumerar no. Enumerar puede ser infinito. Pero se trata de contar. Vos tenés un campo con una flor y un niño y está madre llamando desde la casa y hay vacas y unas montañas. Corre un río. El río corta el paisaje al medio. Vos vas corriendo a contar lo que viste. Vas en dirección opuesta al río. Te queda el vago aroma de la flor del campo en la boca. Es la boca de un niño. Es un niño llamado. Un niño es niño si es llamado. Quisiste explicarte. Explicar es infinito. Y el infinito te perdía. Se trataba de sentir. Murmurar su ruido: El ojo de la casa recorta una montaña. El niño mira la vaca que bebe del rio y divide la visión en dos: esto y ahora *
Eso de ahí es una vaca eso de ahí es el dibujo de una vaca es el dibujo de una vaca en la pizarra verde de los días, eso es un día verde con una vaca bajo el dibujo de los días y también pasto puede ser pasto eso verde de ahí verde haciendo de pasto y empieza de tal manera tu día y los días de los días y la verde pizarra del mundo y el mundo con algún loco afirmando en la pizarra así: es jueves es jueves, y marzo. es el año 1978 y escribe, el loco así: marzo del año 1978 después y dice: eso de ahí es el dibujo del día un día afirmando: esto es el dibujo del jueves una vaca pasta de la verde pizarra del jueves cortada ahora la pizarra es el año 2021 una vaca escribe marzo una vaca escribe jueves una vaca con una pata en la pizarra haciendo de pasto escribe hay una vaca en la cabeza de Manuel y otra vaca en la cabeza de Ramiro y 13 vacas en la cabeza de Azul hay 13 maneras ahora de mirar el dibujo de una vaca son 13 maneras las que tiene Azul de saber sobre Manuel y sobre Ramiro
13 maneras de recordar un poema
13 maneras de mirar un poema como un mirlo. la vaca ahora piensa en la palabra mirlo y la vaca piensa en la cabeza de Azul. pensás todo esto vos mientras las 13 vacas siguen ahí, están ahí y mientras vos también seguís ahí siguen las 13 distintas maneras de pensar una vaca un corte de vaca
una vaca al revés el fulgor del ojo de las vacas una vaca última una vaca llena sus labios de flores. hay 13 modos de cortar una flor, decís ahora y 13 modos de mirar un poema y 13 modos de mirar a Azul desde Azul y luego 13 maneras de Ramiro que ni Ramiro ni Manuel saben.
Azul sí lo sabe. porque Azul ahora escribe: una vaca hay ahí en el corazón de Manuel, y otra vaca en el corazón de Ramiro y estás vos pensando que esa vaca son 13 vacas y que lo tuyo está aquí y aquí es esta madera del presente y que el presente era solamente
esto: Azul está dibujando en el banco de madera y Manuel está dibujando como Azul en el banco de madera y Ramiro dibuja también.
Ramiro se para ahora encima de este gran agujero. Ramiro grita: esto es un hueco este banco donde me siento a pensar el presente está hueco este banco donde me siento a dibujar vacas está lleno de hueco y el hueco viene del árbol, piensa Ramiro, el futuro viene del árbol también. porque el futuro está hueco, afirma Ramiro, como el presente. el hueco del árbol es este gran agujero en la lámina finita del universo dice Ramiro. y toda materia es este agujero, dice. Ramiro no sabe lo que dice.
es como si Azul escribiera en el corazón de Ramiro. este árbol es un paraíso, dice. sobre este árbol se apoyan nuestras vacas dice.
las 13 maneras de una apoyatura mirá las 13 ramas en que se apoya el mirlo. porque eso es un mirlo y eso un poema y la vaca ha mirado de 13 maneras al mirlo: y hay 13 modos ahora de cortar un paraíso, dice.
el dibujo futuro de la vaca piensa en la palabra paraíso piensa en el futuro sobre el que se apoya tu inteligencia piensa en las vacas futuras, y tu inteligencia se arrastra
ahora por el dibujo verde de los días y empieza. todo dibujo es dibujo que comienza: eso de ahí es una vaca, una mancha blanca pastando bajo la verdosa lámina del universo, eso de ahí es el dibujo manchando tu inteligencia tu inteligencia que dice ahora hay nada, siempre hubo nada, eso es el corazón de Azul que dice siempre habrá nada, ahora hay 13 maneras de haber nada.
Gabriel Pantoja (Córdoba) es psicoanalista. Trabaja en publicaciones relacionadas al psicoanálisis, escribiendo, seleccionando y corrigiendo artículos. También se desempeña como docente en distintas instituciones. “Obtuvo el Premio “Javier Adúriz” 2016 en poesía. Ha publicado en poesía Crack (Ediciones La Terraza, Córdoba, 2015), Géminis (Ediciones del Dock, Buenos Aires,2017) y 327 Vacas (Barnacle, Bs. As., 2023).
Dice el autor en la breve nota que antecede a los poemas de El que bruñe la piedra de la gracia que “un ser no necesita un poema para que le agregue un ápice de lo que fue” y confiesa: “Aquí, el único necesitado soy yo”. El volumen, una edición de autor, no está a la venta; circula entre poetas y amigos. Hemos creído necesario compartir algunos de ellos.
EN LA NOCHE
Un pato perdido en la noche. Lo oigo. Podría ser yo.
¿POR QUÉ SI LA PLANTA RENACE?
¿Por qué si la planta renace tras el suplicio que naturaleza impone: calor o sed; por qué nosotros no habremos de cantar?
Por qué si al levantar el pie, la hierba fresca canta, celebra la ortiga y se propaga el hongo, consumada la tormenta?
Nosotros, no nacidos en huertos exquisitos, nosotros, como plantas de un erial. Si el vulgar yuyo sigue su destino, ¿por qué ceder?,
¿por qué no habremos de cantar? Nosotros, vos y yo.
Da miedo tanta claridad, el día es perfecto y el pez de aguas oscuras desconfía. Día de suave brisa en el que no hay preocupaciones ni motivos para quejarse; pero el pez, pero el que encorva el lomo acostumbrado a los palazos, ese, tal como un chico sin permiso observa para un lado, observa para el otro, apura la carrera y temeroso cruza la desierta avenida.
A Javier Adúriz, in memoriam.
Mi amigo me visita, no lo veo llegar, hasta que siento su mano en mi hombro. Me he quedado dormido en un sillón contiguo ala sala de cuidados intensivos. Salimos a los árboles del patio, tomamos un café y la charla se va no importa dónde, el tema es quemar la vida. Yo caso veo cómo el tiempo se consume en sorbos de café, muy cerca de aquí mi hijo bruñe la piedra de la gracia, quién sabe qué color está buscando, quién sabe qué canción. Mi amigo habla cuando callo, no permite el silencio. Muy cerca de aquí mi hijo bruñe la piedra de la gracia.
Roberto Daniel Malatesta (Santa Fe,1961) ha publicado varios libros, entre ellos: De las Cosas Blancas (ediciones Mainumbí, 1984), Casa al Sur (ediciones Mainumbí,1987), La Prueba de la Soledad (Universidad Católica de Sta. Fe, 1991 y Arca del Sur, 1995); Del cuidado de la altura del níspero (Ediciones delanada, 1992), Las vacas y otros poe mas (Premio Municipal de Sta. Fe, Ediciones delanada 1994); Flores bajo la lluvia” (Ediciones del Dock, 1998), , No importa el frío (El arca del Sur, 2003); Libro del pescador (Editorial Palabrava, 019) y El que bruñe la piedra de la gracia (Ed. La piedra de la gracia, 2023).
Por encima de los techos obtuvo el Premio José Pedroni de Poesía (período 2000 a 2005) como obra édita, publicado primariamente por Ediciones El Leviatán, luego UNR y finalmente por Último Recurso en su colección Diente de León.
Versiones de Mundos sutiles N° 1Año I
SE HACE DIBUJO
Pablo González Padilla
SE HACE POESÍA
Paula Cantarero /Laura García del Castaño
LA LECTURA: UN AMOR VERDADERO
HuellasdeLecturapor Laura García del Castaño / Marcelo Rizzi por Pablo Seguí 7
Azucena Salpeter por Elisa Molina y Diego Brando / Paula Cantarero
Versiones en diálogos
N° 2- Año I
SE HACE FOTOGRAFÍA
Rodrigo Soria : Llano
SE HACE POESÍA
Daniel Vera: Revelaciones / Bernardo Schiavetta: Sorpresasal profundizarunpoema
SE HACE CUENTO
Carlos A. Schilling: Doblereencarnación
LA LECTURA: UN AMOR VERDADERO
Gabriela Franco por César Bisso / Alicia Genovese por Elisa Molina y Virgina Caramés por Pablo Seguí
A N T E R I O R E S
N Ú M E R O S